La gallinita ciega.
Esta ciega mano que no se asusta de llamar a mi puerta, llama a esta gris cueva de perros, alegres y disparatados, sufrientes, pero aguantando como columnas entre los escombros y la desesperanza, sosteniendo una vida que les pertenece. Viene Gramsci, y lo hace para intentar un poco ordenar el mundo, el mundo que nos pertenece, que solo puede ser el mundo cercano. yo me voy con él entre casetas de un camino arrinconado y sin destino, dejando la vista pegada como un caracol a paredes sucias, hierros, escombros y alambres olvidados que alguna vez ataron algo.
Nos adentramos en una de las calles del gallinero de vall d´uixó, cerca de la moleta vemos jugar a unos muchachos y muchachas vestidos de pana en un corro de gran Hermano que forman las asambleas de participación ciudadana filmadas por las cámaras. Nos invitan a participar como público. Los participantes llevan atados unos paños de color rojo y amarillo del cuello, y rodean a un muchacha muy guapa en minifalda con los ojos vendados y un cencerro colgando que ha agarrarse a alguno de ellos para poder ver.
Varios chicos con gafas le gritan para que los busque mientras la pobre muchacha avanza a trompicones:
Reforma laboral-
La gallinita ciega se va a la derecha, y casi coge a uno de ellos que pega un salto para esquivarla.
Patria, familia, fiestas, toros y religión.
Da dos pasos más, son firmes hacia la derecha. la gallinita ciega se detiene para escuchar de nuevo voces que le ordenen el siguiente movimiento.
una de esas voces a su espalda le grita:
aborto, feminismo
la gallinita ciega gira de rumbo y se va hacia el centro izquierda, hasta que alguien desde la izquierda le chilla:
ley de memoria histórica.
La gallinita ciega se detiene a analizar el estimulo, no sabe que camino coger, da dos pasos a la izquierda, y los de la derecha le abuchean:
No, no, por ahí no. o no seguimos jugando- le gritan.
Asustada por si dejan de jugar se va a la derecha.
Los de la izquierda callan, hasta que uno exclama:
ley mordaza.
La gallinita se va a la izquierda y casi los toca, luego se lo piensa y se va a la derecha: cinco, seis, siete pasos.
Varios de la izquierda exaltados gritan:
Has hecho trampas, nos has escuchado chillar bajo la cuchilla, en las celdas de los juzgados, en las colas del paro, en las manifestaciones, en los sótanos húmedos de la guardia civil. Traición- fundaremos nuestro propio partido y juego: la caza del zorro.
Me giro hacia mi amigo Gramsci envuelto entre mis ropas que son harapos que alimentan mis creencias:
Aquí no se debate por ningún cambio ni esperanza, solo saber caminar con una venda.
Gramsci como si fuera un voltaire exclama:
¡Hasta un jesuita sería más revolucionario!
Dejémosles ejercer de tramoyistas sobre el trapecio hasta que los tiempos empeoren más.
A pocos pasos de la moleta asoman una larga fila de fincas del barrio de la avenida suroeste. son grises, con balcones adornados con reliquias religiosas de la sagrada familia donde se incrustan entre ellas las banderas fascistas, la buena nueva: llega el caudillo con la horca.
Escuchamos reír a la gallinita ciega, acaba de agarrar a alguien que democráticamente hará de gallina en la asamblea de participación ciudadana.
Suenan las sirenas de la escuela y salen los niños en busca de sus madres, que pintadas, ardientes y pobres, los recogen con la cabeza más vacía de cuando entraron, repasando la lección de emprenduría mientras miran el ombligo al aire y tatuado de sus madres.
Cerca del ayuntamiento, guardando como una esfinge el camino, custodiada por palmeras, la gran cruz de piedra que ha venido a llevarse mí amigo. Nos escucha hablar de ella y empieza a conmoverse y hablarnos.
Sea este el primer mandamiento de la izquierda: manteneos puros y quemar las iglesias. Librar a la izquierda de la idea de culpa y castigo, y del amor al prójimo que solo desea hacer mal con la ley moral. Muera Dios, el estado y la ley.
¿Has escuchado lo que dice la cruz?- le preguntó a Gramsci, y asintiendo reflexivo me responde:
Nada diferente a lo que debería decir el ABC, el mundo y antena tres-
Bajo esa paz de difuntos, descansa dentro del ayuntamiento el subalterno al que entregamos dos instancias, una para quitar la cruz de los caídos por Dios y por la patria, y otra para que coloquen el abrevadero centenario de una fuente que medita no muy lejos.
Al salir nos abandonamos a nuestro territorio, la cruz sigue allí y seguirá: mintiendo a quien le hable y le escuche, a todos les dará la razón, y la fuente seguirá esperando algo que no he de volver.
Angelillo de Uixó.
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