publicado en nuestro blog de agricultura ecológica la siguiente descripción, seguramente la mejor del mundo dedicada al vaciado de una cuba en una cisterna, para adentrarnos mientras nuestras autoridades se encuentran fomentando el turismo en fitur, y vendiendo un paraíso seco, que es le real, no existe esa Vall d´ Uixó maravillo, sino un lugar lleno de ira y violencia, donde el cambio climático que nadie se lo toma en serio es ya tan visible y problemático como el paro, la violencia policial, la corrupción.
Eran las tres y media de la tarde, mi reloj presentía como yo que no llovería en mucho tiempo. Estaba junto la puerta de casa en manga corta un cálido 18 de enero. Me entretenía contemplando un cielo azul transparente rayado por las columnas de humo blanco de los aviones que formaban un tres en raya sobre mi cabeza . Por la radio, encendida en el cuarto, escuchaba a la alcaldesa de Vall d´ UIxó lo bien que iban las cosas en fitur , la feria de turismo, para el pueblo. Estaba contando como había cerrando una gran oferta turística que atraería a las grutas y río subterráneo de San José, en Vall d Uixó, turistas que visitaban el castillo de Sagunto. A la hora en que me dijo que vendría, llegó puntual como prometió la cuba. Subía pesadamente el camión por la cuesta de San Antonio. Parecía una escandalosa tormenta. A cada bache del camino, hecho por los vecinos hacia años, lanzaba agua por los costados. Cuando le di el alto. paró saltando agua como una ola por encima del depósito y los cristales de la cabina. Golpeó el suelo el agua como hacia meses que no ocurría. El camionero bajó lentamente. Gesticuló algo parecido a un saludo, y me preguntó donde estaba el aljibe. Entramos juntos. Echo un mirada a la casa, y lanzó sin darse cuenta un silbido.
-Esta hecha una mierda jefe- le dije yo como excusa- la crisis me ha afectado de lleno en este asqueroso pueblo. Y la maldita sequía no me ayuda, los pocos ingresos que tenía, venían de hacer alguna chapuza y de unas huerta. Ahora no tengo chapuzas, y en la tierra con está jodida sequía no crece ni las malas hierbas, y este maldito Ayuntamiento, la tiene liada conmigo. Estamos malditos aquí.
EL camionero indiferente a lo que decía me acompañó a la cocina donde estaba el aljibe.
Unos treinta o treinta cinco metros de manguera se necesitan- contestó.
Salimos a la calle y empezó a desatar las mangueras que iba tirando en rollos al suelo. Yo le ayude a unir las bocas. Una vez estuvo todo dispuesto me mandó ir al aljibe a sujetar la manguera porque iba a tirar con mucha presión. Escuche como arrancaba un pequeño motor independiente enganchado en la parte trasera del motor y efectivamente, casi no me dio tiempo a coger la manguera que empezó a pegar golpes contra las paredes de cemento del negro aljibe cuyo suelo seco de veía. El agua, estrepitosamente cayó produciendo un gran estruendo, como un golpe salvaje y alegre. Yo, por mi parte parecía luchar contra una anaconda, la manguera se levantaba periódicamente. Así estuve unos 15 minutos donde cayeron unos 10.000 litros de agua. De vez en cuando miraba hacia atrás y veía empapado el pasillo y un gran charco en el comedor. Por los agujeros, producidos por los arrastres de las gomas salían chorros de agua en todas direcciones, hacia arriba, hacia abajo, hacia un lado o hacia otro. Yo me sentía alegre de tener ese agua, como un agricultor sediento. Pensaba preparar los semilleros, para volver a plantar, sobre todo tomates y pimientos, lechugas, sobre todo a partir de marzo, incluso comprar en la cooperativa de Vall d´Uixó, a la que cada vez me gustaba menos ir, al haberse convertido en una cooperativa para domingueros, cara y con poco genero, y no de mi gusto. Nada como hacerse el semillero uno mismo, con sus semillas. Pero necesitaría algunos kilos de patatas. Las que guardaba para plantar, por desgracia, ante el hambre, al igual que el trigo y el amaranto, me las tuve que comer.
el motor de repente silenció. La goma pegó unos golpes espasmódicos quedando quieta.
El camionero y yo empezamos a recogerla.
Ya en la puerta, me entrego la factura.
Son 100 euros.
De un pañuelo saqué el dinero, Apenas me quedaba poco más. Le pagué.
El hombre me miró, se quito el guante, y me dio la mano.
Suerte amigo- me dijo al despedirse.
cuando me soltó la mano, subió como bajo. lentamente. costándole un poco llegar al asiento por estar algo fondón. Arrancó. Sonó pesada y monótonamente el motor. una pequeña columna de humo negro se formo cuando acelero mientras soltaba el freno de mano. Poco a poco, las ruedas empezaron a girar haciendo sonar todo el metal del vehículo al moverse. Y así , como si se arrastrará se fue alejando por la cuesta de San Antonio hasta desaparecer.
Angelillo de Uixó.
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