El Planeta de los Simios Españoles.
Nada más llegar a la costa de Moncofar perdimos el horizonte
de la vista , a mi espalda quedaba la sierra de Vall d´Uixó de la que veníamos
. El mar estaba a unos pocos metros, lo presentía, aunque no lo podíamos divisar.
Las gaviotas volaban sobre los tendederos de ropa blanca semejantes a velas de
pesqueros en las azoteas de nueve
alturas, y algunas aves marinas llegadas del vertedero , posaban en las enromes
grúas de la construcción abandonadas
como si fueran el mástil de un barco pesquero perdido en un mar de hormigón y asfalto. El
sonido del mar resonaba entre los sótanos de las cocheras que inundaban
los coches como si fueran submarinos
cuando había gota fría, como estos días . Tras los últimos complejos de
fincas a primera línea del mar ,surgían unos
pocos metros de costa y:
el Mar chocando contra el paseo marítimo.
Cuando saltamos del bordillo del paseo a la arena húmeda, mis husky que empujaban la
bicicleta quedaron detenidos como yo, mirando el majestuosos e impresionante paisaje de agua con sus patas
sintiendo la textura fina por la que empezaban a caminar
¡Lo habíamos conseguido!
después de casi dos
horas de viaje , y unos 15
kilómetros de travesía por caminos rurales esquivando
las carreteras:
¡ llegábamos al mar!
Una escollera metida
en el agua a menos de dos metros de la orilla, cuyas moles negras de piedra
sobresalían como un iceber de cantera ,
partía en dos la costa con el mar , protegiendo una playa turística desbordada
por el temporal. Unas gotas desprendidas de una enorme ola desintegrada contra
las rocas, mojó nuestros rostros mientras permanecíamos quietos y en silencio.
Las olas chocaban entre sí hacia todos los lados, llenando el aire de espumosa
blancura que desaparecía en pocos segundos, como en una fiesta liberal cuando abren las botellas de champaña
celebrando empresarios y políticos
locales la construcción de una nueva urbanización, puerto deportivo o campo de golf. A nuestra espalda, edificios construidos en el 2008 y no vendidos
, caían sobre ellos mismos carcomidos por la corrosión del salitre, y algunos
albañiles apuntalaban de mala gana las vigas con aluminosis de los edificios con
carteles de en venta.
Una gaviota que daba bandazos a derecha e izquierda formando
con sus alas un paracaídas, cayó pocos
metros de donde estábamos. Entre los guijarros y el agua empezó a pescar mientras las olas rotas por
el espigón pasaban sobre su cabeza . Los
perros tiraron de la bicicleta yendo hacia el ave, las cadenas se tensaron y
los hierros de la bici chirriaron mientras yo la sujetaba con fuerza para no
caer arrastrado. La gaviota al vernos, imagino que extrañada de esa especie de
animal de tres cabezas y diez patas, empezó a elevar el vuelo mientras los
perros veían como se les iba. Entonces comenzamos a caminar por la costa, como
si fuéramos lobos marinos de un mar aullando. Nuestros pies estaban mojados y
los oídos taponados de un ruido ensordecedor. Los husky apenas escuchaba mi
voz dirigiendo el camino, e iba a su merced paralelo a la costa. A mi espalda
quedaban las huellas de mis pies, las de mis perros, y el surco de la bicicleta
que el mar borraba al instante. De repente, a mi izquierda, se hizo un claro en
el paseo, y pude observar como sobresalía en este paisaje monótono de
cerramiento cerámico y fincas , unas
pequeñas dunas repletas de flora. Era unas las últimas que quedaban , y estaban
delante de dos lujosos chalets. Esas dunas, que tendrían unas
extensión de unos 100 pies
, no llegaban ni siquiera a ser tan
grandes como las dos fachadas de los
chalets, y parecían que formaran parte de su jardín, más que de la naturaleza, pero aún así eran gran valor ecológico,
paisajístico, y de reclamo turístico. Incluso habían colocado unos carteles
explicando como era antes la costa. Abandoné
la bicicleta que al caer empezó a mecerse sobre la orilla del mar sujetada por las cadenas de los husky.
En mi desesperación me incliné de
rodillas sumergiéndose dos dedos en el agua a la que golpeaba con el puño
gritando:
¡ Malditos seáis maniáticos , yo os maldigo, maldigo vuestro
negocios, vuestras guerras, , os lo habéis cargado todo, no habéis dejado prácticamente nada ,acabaréis con toda
la humanidad con vuestra codicia, malditos, malditos…!
Angelillo de Uixó.
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