Puso voz a un día turbio el gallo a las cinco de la mañana, horas antes de que tocaran las campanas en la ermita de San Antonio ,patrón de los animales, que llamaba a su seno a las tristes gentes de esta triste tierra, surcadas hondamente por la Fe perdida en su futuro, y la seguridad de que habían perdido la libertad, así como olvidado dignidad social, que traían los nuevos tiempos cargados de humillación a este lugar ancestral. Menos de esperanza, la época estaba cargada de una gran abundancia material barata, y un nauseabundo malestar en todas partes. Todo lo malo que uno podía imaginarse era sentido más que pensado. Patio con patio vecindades de odio en San Antonio, eso no había cambiado, solo empeorado. EL gallo hablaba por la voz su amo, desaparecido durante toda la semana. Vivía gran parte del tiempo encerrado en un sótano con sus gallinas, sirviendo solo para molestar y hacer notar la ausencia del dueño en ese lugar. Del dueño del gallo, podemos decir, que no se sabía si estaba en prisión, llevado allí tras la última denuncia de sus vecinos, o estaba trabajando fuera del pueblo. Cualquier comentario de protesta por parte del señor A, que sufría el insomnio del gallo, era inútil. El tiempo le había enseñado que solo serviría para que su vecino se vengara, o los animalistas se vengaran por hablar mal del gallo. Ir a la policía era una mala opción, solo serviría para empeorar las cosas. Así que, con la paciencia de los mártires de vall d´ Uixó, el señor A se despertaba día a día a las cinco de la mañana, gracias a aquel famoso gallo, instalado junto a su ventana desde que su vecino, afectado por todo tipo de vaivenes, le había dado por improvisar una granja frente a su ventana. Al abrir la puerta de la habitación, el señor A, abandonó el colchón sobre el que dormían dos grandes perros empleados para trabajar empujando un trineo, y en ocasiones de ocio y de deportes, una bicicleta. La puerta chirrió haciendo eco los kikirikis del gallo. Quedo iluminado un rectángulo amarillo sobre el suelo en la oscuridad del comedor. Se formo un arco luminoso entre la sombra de la puerta y la bombilla , haciendo los haces de luz la forma de una cruz cristiana. Dio dos pasos llegando al comedor. A través de la ventana orientada el este se veía entre la densas tinieblas del mar mediterráneo , unas pequeñas chispas en el cielo anaranjadas que darían lugar al nacimiento del día.
Un par de horas más tarde, empezaron a sonar las campanas de la ermita de San Antonio. La festividad estaba en plena decadencia, no solo por la falta de Fe, sino por la nueva conciencia animalista, más laica y menos tolerante, convertida en un nuevo fundamentalismo cuyo desarrollo embrionario se estaba formando esos años. Florecía en un peligroso movimiento totalitarista que acabaría con la conciencia y la dignidad del hombre, para situarlo igual, o muy por debajo de los animales . Esto se llevaría a cabo en un período no muy largo del tiempo histórico, quizás, en menos 100 años, debido a la velocidad de la radicalización de los animalistas, el deterioro del planeta, la deshumanización ,y a la miseria de los trabajadores sin empleo, ni soluciones políticas a nivel global.
El señor A sintió tristeza, y temor, al pensar en el futuro que se le hacía tan claro como si hubiera viajado en el tiempo, en una era donde ya no quedaba nadie del siglo XX, solo milenials, vestidos de túnicas blancas siendo esclavos de sus mascotas para las que trabajaban. ¡ Como un movimiento hermoso, que debería haber servido para elevar al hombre, lo había degrado por debajo de las bestias!
Cuando las campanas de San Antonio empezaron a sonar, atrayendo a muy poca gente que subía en romería, en muchos casos solos, dando signos en sus caras el sufrimiento interno de la depresión. Aferrando en una mano un pañuelo, y en la otra la correa con la que paseaban a sus perros hijos, tratados como tales, para que los bendijeran a sus animales familia, el capellan. Fue , cuando huyendo como mucha gente de las tradiciones, decidió el señor A, abandonar el macabro espectáculo social , mucho peor que el ambiente calorro lumpen, repleto de violencia y amenazas vecinales habitual de un lugar marginal, ese día engalanado de romería. De este modo, ante la mirada de desprecio, incluso de odio de sus vecinos, y la de indiferencia y odio de la gente que no le conocía, pero al ser un ser humano, y encima hombre y blanco, merecía ser ignorado y tratado con desdén, girándole la cara como señal de animadversión los romeros de San Antonio. Con la misma indiferencia, sin mirar a nadie, bajaba con sus perros enganchados a la bicicleta. La idea del señor A, no era solo escapar de la procesión, sino escribir unos poemas en el trayecto del río Belcaire. Recorriéndolo desde su afluente principal, las grutas de San José, hasta la desembocadura, en Moncofar. EL río, generalmente estaba todo el año seco, pero ahora se había desbordado tras una borrasca histórica llamada Gloria. Lo de histórico se debía por lo mediática que había sido, y que marcaba un hito propagandístico en el cambio climático. Los perros empezaron a coger velocidad en el giro de una especie de hoz formada por el río a su paso frente la moleta. un barrio obrero de problemática social no resuelta situado frente al cuartel de la guardia civil. EL barranco dejaba ver su oscuro cauce hondo, a unos seis metros de desnivel se encontraba la superficie del agua con la acera. El río cantaba risueño entre la vegetación cubierta de agua que en pleno barranco crecía, desde palmeras, llidoners, tomateras, zarza moras…
EL agua no llegaba a pudrir las plantas leñosas, y los árboles, debido a que era cuestión de dos o tres días que quedara aquello seco, quizás un año entero.
A varios kilómetros de distancia, el señor A y sus perros, tuvieron el primer contacto directo con el agua del río. En una pequeña vaguada salvada por un bloque de hormigón que formaba una rampa, bajaron los perros a galope tirando de la bicicleta. Al pasar al otro lado, A los desenganchó para que los animales disfrutaran del río. La escena era realmente hermosa. En ese paisaje habitualmente seco, formado por pedregales de la ladera de Orley, y en su falda huertos, donde florece alguna finca de naranjos, otras de olivos o algarrobos, aunque en la mayor parte, es el abandono de las tierras cubiertas de maleza lo que más destaca del paisaje, haciendo más duro, más seco. Sin embargo, ahora el agua, formaba un manto que hacía temblar las florecillas que creían en su orilla. Los perros se adentraron por río, parecían pequeños osos del ártico pescando salmones. Sobre todo cuando hundían sus hocicos escarbando en el lecho del río. EL señor a no comprendía para qué sacaban grandes guijarros que llevaban a la orilla para morder. Cosa que A no les dejaba hacer para que no se dañaran la dentadura. Les quitaba el guijarro y ellos volvían a hacer lo mismo.
Sentado entre unas flores blancas, A, empezó a pensar en escribir los primeros poemas.
Lo primero que se le paso por la cabeza, era la tristeza de la gente, pero mirando el paisaje de su alrededor pensó en la tristeza del paisaje. Hombres, tierras, fueron las primeras palabras que escribió. ¿ Pero había libertad para escribir hoy en día? Añadió la palabra libertad.
Tristes tierra, libertad y hombres.
Respiró hondo, y empezó a idear los poemas empezando a redactarlos.
Guardó el lápiz y el papel, cuando tuvo algunos versos escritos. Llamó a los perros para proseguir su viaje. Las ruinas del poblado Ibérico de Orley quedaban a su derecha, olvidadas en la cumbre, sus torres hundidas en la tierra, como los que un día levantaron aquel lugar, sumido en su sueño milenario y misterioso situado en esa pequeña punta montañosa, sirviendo para recordar, que hubo otra civilización y que esta desapreció. EL símil era aterrador. A pensó que quizás ellos estaban empezando a sembrar el fin de su civilización debido a la tecnología y a la decadencia de la gente. A pocos metros, donde el paisaje se abría claro, y se olía ya a mediterráneo. Entre unos naranjos rebosantes de frutos apetecibles, surgió un enorme pastor alemán negro. A paró el trineo. Contempló al animal, preocupado por si atacaba, ya que parecía abandonado. Realmente la ventaja era suya, pero podía fastidiarle las patas de alguno de sus animales si había refriega. Entonces el trayecto se convertiría en una lenta odisea, avanzando con un animal herido aunque solo de una pequeña cojera. Había que evitar la pelea, tan frecuente entre los perros. Cuando A buscaba una ruta alternativa, el perro se escondió entre los naranjos. Avanzaron aprovechando que se iba. Al llegar al punto donde había visto el perro, se dio cuenta de que no era un perro abandonado. EL animal acompañaba a su dueño a robar naranjas. EL perro le avisó de que venía gente, y ambos, el perro y el hombre corrían a esconderse dentro de los campos. De este modo A sonrió recordando ese dicho : “de que los perros son como sus amos”
EL viaje prosiguió sin mayores interrupciones, cruzando varios pequeños puentes hasta el mar. El espectáculo era desolador. El mar se había metido en tierra mucho metros. Esa tierra le pertenecía al mar, y lo había reclamado. la mayoría de gente estaba de acuerdo en que volviera al mar. Exceptuando a los que allí vivían, claro, que se sentían incomprendidos. Solo tenían a su lado a los políticos, que eran responsables de aquel desastre medio ambiental.
Por la orilla se veían congrios muertos, docenas de pulpos, pepinos de mar, caballitos de mar, estrellas de mar arrastrados a tierra por el temporal. Incluso atunes había sido sacados a la orilla. De ellos solo quedaba el esqueleto, ya que la gente los había troceado llevándoselos a filetes, dejando las raspas en al orilla. Había muchas personas paseando y pescando. EL mobiliario en Moncofar estaba esparcido por todas partes. Las duchas de la orilla de la playa oscilaban en el aire, parte de su pedestales de hormigón habían sido arrancados por el agua, y estaban anclados solo por una pequeña parte de ferralla entre enormes socavones.
Sentado en el espigón de desembocadura del Belcaire, acariciado por las olas, y con un fondo de azul intenso del mar, los perros olfateaban sentados el aire hacia el ancho horizonte del infinito mar, mientras el río Belcaire vertía un plateado hilo líquido que en un par de días desaparecería , hasta el siguiente temporal. Este podía ser dentro de un año o dos, pero que se anunciaba catastrófico.
El señor A sacó sus hojas y viendo la orilla animada de gente riendo, feliz, haciéndose fotos. Empezó a escribir sus poemas, el motivo de su viaje.
Triste tierra, libertad y hombres.
*
Hombres.
Tristes hombres
Con los que vivo
El mundo palidece
En la tristeza.
Empezamos de jóvenes
Ya a ser tristes.
Y acabamos contentos
De irnos de este mundo,
Sobre todo,
Si no dejamos descendencia.
SI, la vida se ha vuelto verdaderamente triste.
Es la gran experiencia que nos llevamos de la vida:
La tristeza.
*
Tierra.
Los hombres de las costas.
Tantas veces habían escrito
Sobre los arenales,
Convertidos en cemento.
Un día vendrá el mar,
Y los borrará.
Así ha sido.
*
Libertad.
La tierra y la libertad.
Son una triste empresa,
En manos de los políticos.
Un día llega una tormenta,
Que les ayuda a liquidarla.
*
Hombres
Hay momentos para amar al diferente,
Entonces:
Estar contigo,
hace el amor valiente y hermoso.
Eres la libertad y la esperanza.
Que tanto miedo
Tengo a perder.
*
Tierra.
La borrasca gloria
Ha encogido España.
Una Isla entera
Llamada Buda,
Ha desaparecido bajo el agua.
Menos tierra menos patria.
*
Libertad.
Un sol Express brilla
Un momento en la oscuridad de los hombres
Su breve luz alimenta el valor
Siempre solar.
Ese breve momento de claridad,
Será el que nos conduzca toda la vida.
*
Hombres
El corazón da igual
Que cante o que llore.
Late, y eso basta.
Los que entienden del corazón
Dicen que no vale para otra cosa.
*
Libertad
¡Eres extranjera!
No lo sé por tus besos.
Después de besarme,
Vino tu pregunta curiosa.
¿ Dónde está tu familia?
Cerca.
Pero ahora todos son extranjeros
Mi familia,
mi vida,
mi país,
están lejos.
Posiblemente,
Nunca vuelva a ellos.
Y tú,
Que eres extranjera,
Nueva en esta tierra
Y en mi vida.
Eres lo más arraigado
Que tengo.
*
Tierra
Apocalysis now
Apocalysis cerca.
¡ qué más da que sea,
Nuevo o cerca!
La cuestión es empezar de nuevo.
Angelillo de UIxó.
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