miércoles, 9 de enero de 2019

La propiedad es un crimen que se debe castigar-








La noche estrellada y fría caía lentamente cubriendo los caminos.
 El azadón al hombro aún tenía las heridas en su filo cuando un campesino de Vall d´Uixó regresaba cabizbajo a su casa sintiendo escalofríos en su cuerpo de lo que había hecho. A su espalda, en las montañas oscuras tras el ocaso quedaba su crimen oculto a todo el mundo. Cuando pasaba junto unos niños de texas que jugaban en un descampado iluminado por farolas, la mirada del campesino A*** la arrastraba por el   suelo cargado con sus bolsas de verduras.  Sabía que estaban esos niños allí por sus voces. Poco a poco fue subiendo por la cuesta de San Antonio hasta llegar a su casa donde dejó las bolsas. Tomó asiento en una silla de esparto junto la chimenea. En la mesa había un vaso de agua que bebió de un sorbo al sentir la garganta seca. Se conmovió su conciencia ante la presencia las bolsas. En algunas asomaban por las asas las raíces de las plantas , lo que le provocaba remordimientos de su crimen.
EL crimen, esa palabra que nos horroriza tan solo de escucharla y de imaginarla; y el castigo, que necesitamos para tranquilizarnos. Pero en ocasiones, el verdadero castigo es el crimen. En otras ocasiones, no somos conscientes del verdadero crimen. Nos pasa desapercibido cuando nos relatan un crimen sin que haya muerto un ser humano;  y puede ser más trastornador e inquietante este crimen sin muertos, que el cometido contra una persona o un grupo de personas. Si hay un crimen que no se persigue y causa más muertes  que todos los grupos terroristas del mundo juntos, así como es responsable  de las guerras, el hambre, muchas enfermedades, esclavitud, y todos los males que podamos imaginar:
es la propiedad privada.
El crimen cometido por este agricultor estaba causado por este motivo.
Esa tarde, después de llegar de su trabajo como jardinero recibió una inesperada llamada mientras preparaba la comida antes de ir a un huerto que le había cedido un conocido. Este  tenía un bancal abandonado junto una humilde caseta donde iba algún que otro domingo.
Veras A***- le dijo el conocido y propietario del terreno  al campesino por el teléfono- sobre el terreno que te cedí, ¿ te acuerdas?, en fin… he pensado que es mejor que no vayas más… es que me apetece estar solo en la caseta, voy a subir más a menudo y no quiero ver a nadie. ¿ comprendes?
Pero R***- comentó el campesino- tengo el huerto en plena producción, está lleno de guisantes, habas, borrajas, acelgas… ¿ no puedo estar allí hasta que termine su ciclo?
Con absoluto despreció le comentó el propietario- llévate si quieres las plantas contigo.
 A lo que el campesino, que no daba crédito a lo que escuchaba  le contestó
¡ Pero como voy a llevarme las plantas de todo un huerto, además,  si están en plena producción!
Mira lo que quiero es que no vuelvas- de forma tajante y seca termino la conversación el propietario.
EL campesino dejo el teléfono junto al plato de garbanzos que humeaba, con las palabras grabadas a fuego por su mente sin comprender lo que había pasado al propietario. Lo primero que pensó se lo dijo a si mismo en voz alta el campesino .
Ah canalla R***, desde el principio lo tenías todo pensado, cuando me dijiste un día que nos cruzamos y  te comenté que tenía problemas en un huerto que no paraban de robarme,  al estar en un solar donde pasaba todo el mundo, y me dijiste. “Hombre A*** yo tengo en las montañas una caseta que me he comprado recientemente con unas tierras que llevan ni se sabe paradas. A mi las tierras ni me gustas ni entiendo. No lo es lo mío. ¿ Por qué no las trabajas? Allí no pasa nadie, tienes agua, y tierras. Te las arreglas y de paso me vigilas la caseta. Yo solo subo los domingos” Y yo idiota de mi te di la mano. La chocamos como si fuera nuestro contrato y así quedamos. Desde agosto he estado preparando los terrenos, los goteos y la siembra. Ahora en enero que el trabajo da su fruto con una buena producción de guisante, habas, acelgas, lechugas, me das la patadas. Pero de eso nada compadre. Las tierras serán tuyas, pero las plantas y su fruto son del sudor de mi frente que tu no vas disfrutar.
De este modo, algo trastornado, nuestro campesino cargó  su pesado azadón al hombro y varias bolsas decidido a cometer un crimen y un castigo
Al llegar y ver su preciosa huerta a lo lejos, sintió una opresión en el corazón ante lo que iba a hacer. Bajo por el sendero recto, despacio, inquieto. Miró la casa de su  compadre y pensó ante la duda por si aparecía ¿ qué hago si asoma? Lo mato, o le pregunto primero por su cambio de opinión y su falta de palabra, y después lo mato.
Conforme llegaba notó que no había nadie. Se metió en su huerta , por un segundo se embriagó de vida con el frescor de las hortalizas. Contempló con ternura como una gallina picoteaba en la tierra, a las abejas yendo de flor en flor de las rabanicias que crecían salvajes en los bordes del huerto. Se asombro del espectáculo de  las alargadas y estrechas flores blancas de las habas que le atrajeron la atención. Están bien cargadas las jodidas -se dijo abriendo las matas con la mano y contemplando con una sonrisa triunfal que los primeros días de enero ya estaban dando frutos. Se veían por todas partes dentro de la mata habas largas. Seré el primero en tener habas en toda Vall d´uixó - comentó orgulloso. Luego recordó las palabras del propietario, y levantó la azada contra las habas.
Os mato contra mi voluntad hijas mías- les dijo a sus plantas- pero  fue a dar el golpe y paró . No pudo cometer el crimen.  tiró el azadón lejos de él antes de que fuera a caer contra las plantas.- ¿  comprenderán lo que iba a hacer las abejas, las habas, los guisantes ? ¿ qué culpa tienen estas plantas? ¿ Por qué ellas han de pagar con su vida que el titulo de propiedad sea de R***?  ¿ Y todo el trabajo que he hecho ha de quedar en nada por no ser yo propietario?- se preguntó con verdadera angustia marxista yendo a por el azadón.
No sabría deciros que más pensó este campesino en esos segundos mientras iba a por el azadón. Seguramente se imaginó la risa del propietario de él,  también sentiría el cariño hacia su trabajo, hacia unas plantas jóvenes y fuertes. Todo esto  sin duda debieron  debatirse no solo en su mente, sino también su corazón antes de actuar. Mareado con el azadón en alto sin saber que hacer, de repente con la mente nublada empezó a descargarlo contra las habas. Ya no había marcha atrás, empezaron a saltar las plantas. No se escucha otra cosa que a este campesino enloquecido dando golpes a su huerto mientras el sol se escondía tras las montañas de Garrut dejando el cielo rojo como unas ascuas mientras avanzaba la noche lentamente. Luego, tras asesinar su huerto, cargó el fruto de su crimen  en bolsas, y se fue de allí sin volver la vista atrás pensando que el verdadero crimen, el único que existe en el mundo es:
El de la propiedad.
Paz y bien.
Angelillo de Uixó.

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